martes, mayo 23, 2006

La responsabilidad de la recuperación de la Memoria Histórica: vencedores, vencidos…y revisionistas.

En numerosas ocasiones hemos escuchado aquello de que el pueblo que no recuerda su historia está condenado a repetirla, no es posible comprobar si esta aseveración es cierta, pero lo que sí que parece sencillo es argumentar que la humanidad debe conocer los errores y los aciertos de su historia para poder progresar asumiendo todo el conocimiento y la experiencia que las generaciones anteriores pueden aportar tanto con sus grandes logros como con sus grandes catástrofes.
Todos hemos escuchado hablar de aquello que llaman “Memoria Histórica”, aplicada a nuestra historia más reciente se basa sobretodo en lo que sucedió antes después y durante nuestra guerra civil.
Actualmente el gobierno español está trabajando en un proyecto de ley de memoria histórica, para recordar y compensar a todas aquellas víctimas de la guerra civil y de su represión, que pertenecieron al bando perdedor, y que durante 40 años de dictadura quedaron relegadas, no sólo al olvido, si no a la demonización y el escarnio.
Este hecho no obvia para nada, el hecho de que hubieran víctimas en el bando ganador, por supuesto que las hubo, victimas inocentes a millares, como las que existen en cualquier bando de cualquier guerra independientemente de sus motivaciones.
La única diferencia es que estas víctimas ya tuvieron su reconocimiento en su día y fueron resarcidas, compensadas y recordadas por el régimen que sucedió a la guerra. Esto no las excluye de merecer el reconocimiento del sistema democrático actual a su sufrimiento, pero nadie puede negar que quienes a parte de ser víctimas, fueron maltratadas, calumniadas y demonizadas durante toda una generación de españoles, se merecen más que nunca que el estado se acuerde de ellas.
Hay quien habla de que este tipo de procesos sólo sirven para reabrir viejas heridas. Sin duda si este proceso se hubiera iniciado durante los primeros pasos de nuestra democracia, hubiera resultado peligroso para el proceso debido a la necesidad que tenían todos los ciudadanos de aquel país deseoso de libertad de mirar hacia delante y de construirse un futuro basado en la reconciliación y el respeto a todas las sensibilidades ideológicas. Pero a día de hoy con nuestra democracia consolidada es el momento preciso para acordarse de todos aquellos grandes olvidados que fueron víctimas de una vergonzosa guerra que dinamitó y condenó durante 4 décadas los grandes valores en los que debe basarse nuestro progreso: libertad, respeto y democracia.
Son intolerables todos aquellos intentos de los llamados “revisionistas”, de volver a demonizar indirectamente a las víctimas del mando republicano, calificando y justificando el golpe de estado del ’36 como necesario e inevitable. Su burda y cruel justificación indirecta de 40 años de represión y falta de libertades, la basan en el anterior intento de golpe de estado no militar que protagonizó la izquierda en el ’34 y que tuvo como punta de lanza la enorme revolución de los mineros asturianos, que fue reprimida causando millares de muertos por el mismo ejército que se levantó contra el gobierno democrático del frente popular en el ’36.
Es una falta de respeto enorme a la inteligencia de los españoles pretender que equiparemos el posible error del levantamiento del ’34 provocado por las clases más desfavorecidas del país, que habían sido sistemáticamente aplastadas, vejadas atropelladas, condenadas al analfabetismo, y que habían visto coartado, por tanto, el valor que hoy por hoy está tan arraigado en todas las sociedades europeas: el principio de igualdad de oportunidades; con aquellos que durante 40 años tuvieron a la mitad de los españoles, entre los que se incluían mayoritariamente los más desfavorecidos (que fueron los que perdieron la guerra), en una situación de miedo, represión, y ausencia de libertades permanente
Si realmente se quiere realizar un análisis histórico serio, no se puede obviar que los levantamientos de la izquierda (sin duda crueles e injustos en muchas de sus expresiones) fueron provocados por la búsqueda de una sociedad basada en la igualdad de oportunidades y que acabara de una vez por todas con los privilegios de todos aquellos que habían usado como argumento de superioridad el hecho de nacer en una familia poderosa. Por el contrario la motivación última de los alzamientos de la derecha no fue otra que potenciar la recuperación de esos privilegios aberrantes.
Por eso cuando hoy se recuerda y homenajea la II República y se habla de que sus principios siguen vigentes en nuestra democracia, no se quieren justificar los atentados anarquistas, ni la quema de iglesias, simplemente se quiere recordar que aquel principio de ofrecer oportunidades de progreso y mejora a todos los ciudadanos, y de que nadie debe tener más opciones de éxito a causa de su cuna, es hoy más que nunca una meta que hay que seguir persiguiendo, a pesar de los grandes logros obtenidos en los últimos años.