lunes, febrero 11, 2008

La batalla de las ideas

Son casi las dos de la madrugada de lo que ha sido un día precioso y soleado en Los Angeles, acabo de ver la película “Trece Rosas”, y son mucha las cosas que en esa película me provocan una reafirmación profunda en lo que yo considero principios esenciales: igualdad de oportunidades, derechos humanos, la importancia del respeto a las instituciones elegidas democráticamente, y sobretodo y por encima de todo, la importancia de que un pueblo recuerde su historia, y sepa compensar en la medida de lo posible a aquellos que han sufrido injusticias y calamidades dentro de marcos históricos aberrantes, crueles y asesinos como el que representó el franquismo en nuestro país. Dicho esto no puedo obviar que todo este carrusel de injusticias estuvo enmarcado en la batalla entre, por un lado, el totalitarismo clasista que basaba su apoyo social en aquellos privilegiados que no querían ver mermadas sus grandes condiciones de vida, y por otro lado en aquellos que eran prácticamente sus siervos, pero habían sido capaces de organizarse en sindicatos y partidos políticos para reclamar sus derechos como individuos, y conseguir un futuro esperanzador para sus hijos .
En el 39, y con las armas, fueron los primeros los que ganaron la batalla, pero afortunadamente, y después de tantas décadas, la batalla de las ideas la han ganado los que en su momento perdieron aquella horrible guerra civil que comenzó por un golpe de estado contra el gobierno legítimo de España; y digo que la han ganado porque por, fortuna, en España ya no se puede hablar de dos bandos ideologícos centrados en las antiguas contiendas de nobles contra plebeyos, de privilegiados contra no privilegiados. En nuestro país, aunque desde perspectivas diametralmente diferentes, ya ningún partido político cuestiona el llamado bienestar social, los derechos básicos de las personas, e incluso la búsqueda de la igualdad de oportunidades para todos los integrantes de la sociedad, con el objeto de que ésta se convierta en verdaderamente justa y equilibrada. Ningún partido se atreve a poner nada de esto en duda porque esa batalla de los principios está totalmente cerrada, y su resultado absolutamente arraigado entre los españoles. No obstante, hay partidos que lo defendieron siempre, incluso desde las cárceles, la clandestinidad, y los paredones donde eran fusilados vilmente, y otros de cuya trayectoria no pueden estar tan orgullosos. De todas maneras, no seré yo quien no celebre está gran adhesión que se produjo en nuestra Transición, y quien no les dé la bienvenida a los principios de libertad y democracia.
Sin embargo, sigue habiendo cosas que duelen, que nos duelen a los demócratas y a los que defendemos esos principios fundamentales que enuncié al principio, nos duele cuando se comprueba que en miembros importantes de partidos tan mayoritarios como el PP se cae en la incongruencia profunda de no condenar el franquismo, digo incongruencia porque quiero creer que la base mayoritaria de ese partido sí lo condena. Me lleno de rabia y tristeza cuando veo que se intenta justificar lo injustificable en asuntos de tanta gravedad. Es absolutamente intolerable que un partido que se dice democrático no condene sin fisuras esos años de plomo de nuestra historia. Todos condenamos los actos de terrorismo que se producen hoy en día y lo hacemos bajo el argumento de que la violencia nunca es la respuesta, decimos que ETA es una banda fascista y totalitaria que quiere imponer sus ideas por la fuerza de las armas, y, sin embargo, luego hay quien no es capaz de condenar 40 años de atentados continuados contra los derechos civiles y las libertades de nuestro pueblo. España no se merece que su derecha política esté dirigida por individuos de esa calaña, no nos lo merecemos.
Ya que escribo desde Estados Unidos, no puedo evitar hacer una mención especial a lo que fue la actuación internacional, y en concreto de USA, en aquellos años de injusticia. Los norteamericanos siempre se han jactado de haber desembarcado en Normandía para salvar a los europeos del fascismo, desafortunadamente parece ser que España no era Europa. A nosotros nos dejaron atrás, no les tenemos nada que agradecer. No hablo ni siquiera de una intervención armada, hablo del coraje que no tuvieron para ejercer la presión política suficiente que hubiera liberado a España de esos 40 años de retraso que aún nos siguen pesando, hablo de lo poco que les importó que Franco fuera un Hitler a la española cuando vieron que les convenía un enemigo de los soviéticos en la península. Tal y como dijeron de muchos de los dictadores asesinos a los que apoyaron en Latinoamérica, Franco era un hijo de puta, pero era su hijo de puta. No se puede ser más maquiavélico y traidor a los principios de una nación, como la americana, que siempre ha presumido de ser un homenaje a la libertad la democracia y los derechos de todos y cada uno de sus ciudadanos a convertir sus sueños en realidades, no por mecanismos heredados, sino por el fruto de su trabajo.
Si por alguna razón me gusta Barack Obama, es porque parece que quiere romper de una manera tan sencilla como firme con esa política internacional americana que desde el fin de la segunda guerra mundial ha ido degenerado (desde el apoyo de toda clase de dictaduras hasta Guantánamo), con sus picos y sus valles, hasta provocar un antiamericanismo profundo en muchos de los pueblos del planeta. Esperemos que el bueno de Barack sepa llegar al corazón de los americanos tan bien como ha llegado al de muchos europeos que esperamos que Estados Unidos se convierta en un referente real de libertad e igualdad de oportunidades.